En mis inicios, cuando tomé el paisajismo como profesión, sentía que el mejor jardín estaba por llegar, creía que la obra me iba a estar esperando mañana o la semana siguiente; sentía cierta ansiedad buscando la excelencia y la autorrealización como paisajista.
Era agobiante suponer que ese trabajo no era, pero el próximo seguro iba a merecer mi atención absoluta. No me permitía ser feliz disfrutando cada obra, al pensar en la siguiente creación.
Con el tiempo, el diseño y la construcción de espacios verdes, jardines, balcones y muros verdes, me ocupó más tiempo de calidad; me exijí crear el momentum desde el inicio; cada jardín es un milagro “per se”, donde debemos estar comunicados interactuando en el presente, interviniendo el paisaje con ideas y audacia.
El vértigo de crear merece más pausa y apreciar a pleno de cada arreglo, cada flor, cada seto.